Por: Diego Rodríguez, para Esquire Colombia
Director Editorial: Francisco Escobar
Fotografía: Ricardo Pinzón Hidalgo
HA SIDO UNA PACIENTE ESPERA. Al
caleño Álvaro José Fuentes, presidente del Grupo McCann Colombia, no le agradan
mucho las entrevistas ni las sesiones fotográficas. Pero después de varios
meses de insistencia aceptó esta cita. Por unos segundos recuerdo todo lo que
les he escuchado, a distintas mujeres, sobre él: “papacito, bizcocho, delicia;
yo lo compartiría con otras sin problema...”, y hubo otras frases y expresiones
que por autocensura no voy a poner en la refinada sección Business Class.
Fuentes es un tipo afortunado y envidiado. Nació con la pinta y el talento que
muchos quisieran tener. Sabe manejar una de las armas más importantes en la
vida y, claro, en la publicidad: la seducción.
El ascensor de su oficina evoca un vagón del
metro de Manhattan. Las paredes que lo rodean completan esta ambientación.
“Empezó como un capricho mío, una tomadera de pelo: una ducha con azulejos,
sifón, regadera, cortina plástica y hasta estropajo. Dio mucho que hablar y
confirmó la idea de que, si este es un lugar donde vive la creatividad, pues
sus espacios deben transmitirlo. Ha sido chimenea en Navidad, álbum de Panini
en el Mundial, y ahora, como ve, vagón de McCann Grand Central, idea que se ha
replicado en Brasil y otros mercados”.
Su oficina, que está intencionalmente ubicada en
el centro del piso, tiene paredes de vidrio y dos entradas con las puertas
siempre abiertas. Hay libros interesantes, revistas (tiene Esquire Colombia
a su lado), trofeos de automovilismo, cascos; en una mesita se ve una pequeña
camioneta hippie (una VW Combi del 69). Desde su sofá de cuero se puede
apreciar el acelere de toda su gente, que no para de moverse de un lado a otro.
“Casi no lo logramos, pero bueno, acá estamos, qué hay que hacer, dispare…”, me
dice.
Fuentes es el segundo de cinco hermanos, quiso
estudiar ingeniería aeronáutica o ser arquitecto, pero terminó matriculándose
en publicidad en el Politécnico Grancolombiano. Cuando estaba en quinto
semestre empezó sus prácticas en McCann y poco después lo contrataron como
ejecutivo de cuentas. “Ahí conocí a Alberto Villar-Borda (quien presidía la
compañía en ese entonces) y a Francisco Samper (actual presidente de
Lowe/SSP3), dos personas que quiero y admiro y a quienes debo, en buena parte,
el amor por este oficio”. Ascendió en la empresa y llegó a la presidencia
cuando Paul Mejía –su amigo y jefe por varios años– se fue a ocupar el mismo
cargo en México.
Hoy Álvaro es el responsable de la operación de
esta multinacional en Colombia y tiene a su cargo 230 empleados que cada día
deben crear importantes campañas publicitarias. “Admiro su talento y
compromiso. Más que inspirarlos, hay que estimularlos, hacer que se estimulen
entre ellos (risas), conseguir que trabajen en equipo”. Dentro de sus clientes
figuran grupos financieros, compañías automotrices, productos alimenticios y de
belleza, compañías de venta al por menor, entidades del Gobierno, entre otros.
Muchos recordarán campañas de McCann como la de la camioneta Chevrolet en el
aguacero, o la más reciente de Chiclets, “Profesor Ramírez”, que ha
revolucionado la marca y agitado las redes sociales. Bajo su liderazgo se ha
duplicado el tamaño de la operación de McCann en el país, ha alcanzado el
tercer lugar dentro de la red en la región, el segundo lugar en el escalafón de
las 100 empresas de la industria publicitaria en Colombia, y ha conseguido
múltiples premios de creatividad y efectividad.
TIENE UNA HIJA, SOFÍA. “Es
una maravilla de china, muy cómplice; es mi definición de felicidad”. Ha salido
con varias de las mujeres más famosas y bonitas del país, entre ellas Taliana
Vargas y Adriana Tarud –ahora se dice que anda con una bella modelo eslovaca–.
Reconoce que es algo impuntual (“trato de ser cumplido pero casi siempre algo
se me atraviesa”). Quienes trabajan a su lado lo definen como un líder
exigente, pero carismático y conciliador. Sin embargo, él afirma que es tímido.
Lo que más le gusta de su oficio es que lo reta a hacer cosas nuevas cada día,
lo que menos le agrada son las jornadas interminables de trabajo. En la
relación con su equipo y en su visión del negocio respeta la idea de que “es
bueno ser importante, pero es más importante ser bueno”. Siempre recuerda lo
que tiempo atrás le dijo un profesor: “lo que no aguanta tomarse en broma, no
merece tomarse en serio” (cuentan que sus bromas o pegas eran famosas en la
oficina). Le causa una gran felicidad saber que sus ideas y las de su equipo
tienen impacto en la cultura popular, como las campañas de Coca-Cola (en las
que participó durante años), o las del ejército de “Los héroes en Colombia sí
existen”, que incluye la idea suya del saludo de los soldados con el dedo
pulgar en la carretera.
Aparte de estar montado en su moto KTM 350 los
fines de semana, bien sea en Guatavita, Villa de Leyva, Nemocón, Guasca o en
cuanta trocha abierta lo rete en la sabana o en el exterior (ha corrido en
Brasil, Chile y México), también juega squash, golf (“soy pésimo pero me
encanta”), bucea, escala y hasta ha ganado campeonatos de automovilismo. Se
viste muy elegante, pero no se casa con las marcas (tal vez con excepción de su
reloj Calibre de Cartier); usa cada vez menos corbata: “La corbata, casi por
definición, lo amarra a uno, y en un negocio de apertura como este, a veces
resulta contradictorio”. Es un buen comensal aunque no soporta las ostras. Le
asusta la traición, le sacan la piedra la mediocridad y la mala
ortografía.
Antes de marcharme, y me salto la barrera de
entrevistador a entrevistado; de hombre a hombre, curioso, le pregunto por su
secreto. ¿Cuál secreto? Pues el más importante de todos, ¿cómo hace
para“levantar” tanto? Se ríe. Contesta: “quien tenga ese secreto, que lo
comparta, le haría un favor a la humanidad”.
Estupendo!!
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